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¿Unas aves de mal agüero?

Escudriñando en mi archivo hoy me topé con una nota que en el momento de su divulgación compartió conmigo su autor: Alberto Angola (exfutbolista profesional, ingeniero sanitario, escritor y griot). Debo precisar que decidí publicarla porque considero que hay en ella unas reflexiones que, ante la coyuntura del actual y persistente diaspórico proceso organizativo de la Etnia Negra de Colombia, resultan trascendentales en procura de corregir lo equivocado que haya habido en el pasado; como también de mejorar y consolidar lo bueno que se haya hecho y se esté haciendo hoy en día.

Sobre esta nota, escrita por Alberto Angola en febrero de 2003, no hago comentarios; sino, que la misma queda a disposición para que quienes tengan la oportunidad de leerla aquí por primera vez, o recordarla si la leyeron antes, puedan reflexionar en torno de ella; y establecer si el autor dijo la verdad, la dijo a medias o solamente manifestó imprecisiones, o mentiras. El tema fundamental de la nota es la Ley 70 de 1993, y más exactamente se hace referencia a un evento conocido como "Primera Conferencia Nacional Afrocolombiana". Me adelanto a pensar que no faltará quienes consideren que yo, al publicar la nota del hermano Alberto, lo que hago es echarle leña al fuego. ¡Para nada! Es solamente un ejercicio en aras de que, como digo inicialmente, se pueda hacer un análisis sobre algunas actuaciones que han contribuido al desprestigio del supuesto Movimiento Social Afrocolombiano; con la perspectiva de no repetir la historia que ha dejado resultados indeseables, negativos para el conjunto de nuestras comunidades negras. He aquí, pues, el contenido del mencionado escrito:

"A través de Radiobemba supe que, al mejor estilo corrinchero clásico afrocolombiano, a mis espaldas alguna gente (aludida quizás por mi última columna, ¿Bacatá, corral de negros?) me ha dado más muela que al marrano que se comió en la minga por la vía 19. A esa gente sin rostro, que contesta la crítica por intermedio de su clandestina emisora de rumores, le quiero recordar las sabias palabras del poeta Horacio: 'La opinión de los estúpidos hay que tenerla muy en cuenta, porque siempre son mayoría'. Estoy acostumbrado, por el entorno futbolístico, a que los tribunales de la selva mental me injurien y me digan hasta de qué me voy a morir. Pero esta vez ha sido un devastador huracán de pasión (no de reflexión), y por eso respondo desde aquí a mis invisibles detractores; quienes, dicho sea de paso, se quedaron mirando la forma y no el fondo de mi crítica; olvidando que el hombre es el estilo, y que sin autocrítica no hay progreso.

Coincido con el profesor Amílcar Ayala en que el título ha podido resultar impreciso, y que el más apropiada hubiera sido Corral de Afrocolombianos. También comprendo que moleste que venga alguien de afuera (de la minga) a opinar libremente ('irresponsablemente', para los mingueros) sobre el lado oscuro del nevado afrocolombiano; pero, me parece un argumento muy palurdo descalificar ideas por la mera condición de no pertenecer al procesonegro. También hay mucha gente ofendida porque no le di papaya a nuestros sumos pontífices para que me dijeran (lo mismo que les dijeron a algunos afropatos): '¿Y vos qué hacés aquí?', 'vos viniste fue por la comida, ¿no?'... Aclaro, aunque no lo creía necesario, que me reservo el derecho de reunión. Y es apenas normal que se re reúnan las personas que tienen más cosas en común. Además, el sentido común aconseja que 'a donde lo quieren a uno, no debe ir tanto'. Por no escuchar tan sabio consejo fue que nuestro sanedrín en pleno mandó a callar a todos los afroinconformes que se atrevieron a levantar la voz, en plena conferencia, para cuestionar su espuria autoridad. Teniendo en cuenta las calidades humanas de los afroretrecheros, puedo decir que ninguno de sus anatemas me ha molestado; es más, disfruto y agradezco sus furibundos calificativos, tanto como ellos la aprobación de sus leoninos 'proyectos'. Por sus adjetivaciones me doy cuenta de que no sólo logré tocar su cerdotizada conciencia; sino, que también estoy tratando con aves de corto vuelo mental y moral.

Y a propósito de moral, cuando gritan: '¡Ladrón!, ¡ladrón!', al menos yo nunca pienso que sea conmigo; todo lo contrario, lejos de sentirme aludido siempre me uno a los perseguidores. Sin embargo, entiendo la susceptibilidad de mucha gente que se da por aludida cuando de corruptos se habla; pues, 'el pescado es cobarde' ('¡Ay, Boranda!, dime quién tú eres, y yo te diré con quién tú andas…'). Por eso es que calificativos como 'hablador de mierda', según algunos sagrados inquisidores de la minga, es mirar sin ver, callarse ante tanto abuso como uno ve viajando 'a caballo' por el expoliado procesoafro, ensalzar las rumbas y la costilla de cerdo, tragarse la ira que sentí por varias infamias que me comentaron cuando me senté a escribir esa dolorosa columna. Para ellos hay que teclear con el estómago y no con el corazón, guardar las formas, conservar la prudencia. Bueno, todo es según el color del cristal con el cual se mira. Y, por lo visto, el color de los mingueros no es el políticamente correcto. Y si de calificar se trata, yo-motoro también podría decir que su estilo politiquero es lo más parecido a un nido de ratas.

¡Qué tal todos con alma de proyectólogos! Alguien tiene que pensar. Tal vez yo-motoro no sea la persona más idónea; pero, a falta de afrosabihondos que sirvan de faro intelectual, nos toca a los afroanecdóticos 'bailar con la más fea'. Y es que la cosa se pone fea, para la gente carente de valor civil, cuando se trata de decirle las verdades de frente a nuestra pudorosa 'pareja' afrocolombiana. O bien le falta autoridad moral para desenmascarar a escribas y fariseos; o bien le sobra hipocresía y falsedad para llevar con la 'doble' a moros y cristianos. Me molestaría el día que mis contradictores (y enemigos gratuitos) me pudieran tildar de 'mentiroso', o de tener 'rabo de paja'. Por tanto, ni paludo ni rabón yo-motoro puede cantar igual que el finadito Héctor Lavoe: 'Algunos cantan con falda, yo canto con pantalones…'. Pues, yo sería incapaz de camuflarme en Internet (como hizo procesonegro con su inelegante carta a María Isabel Urrutia) para decir lo que pienso. No soy un crítico cuerpo. Además, mi idea del valor civil es muy otra.

Dicho lo cual paso a referirme a una anécdota que sirve de testimonio para ratificar lo dicho sobre la afroética. Cuenta un afroamigo que, deseoso de asistir a la 'Conferencia Nacional Afrocolombiana', al llamar a los teléfonos indicados por los organizadores se encontró con la ingrata sorpresa de que tenía que pagar cien mil pesos para poder asistir al evento; porque dizque iban a dar comida; según la recepcionista, él debía cancelar también la 'módica suma' de un millón doscientos mil pesos si quería tener derecho a todo el material y a las conclusiones de la dichosa conferencia. ¡Vaya ejemplo de moral! ¿Qué tan ético es cobrarle a un hermano por participar en una conferencia financiada de antemano por organismos nacionales e internacionales?... A nuestro Padre Odumare rogando, y a sus hijos con el mazo (de los intereses) dando.

Según el manifiesto de la susodicha Conferencia, el Movimiento Social Afrocolombiano se compromete, entre otras tantas cosas, a 'reconstruir, a partir de nuestros valores identitarios, un proceso organizativo autónomo que conlleve a la estructuración de un pensamiento afrocolombiano'. Pero, dicho Movimiento nunca se compromete a mejorar sus execrables valores humanos, ni mucho menos a valorizar su carretuda palabra. La palabra de un hombre, o una mujer, es una cosa sagrada. El hombre que no la cumple, con el tiempo no vale nada. La palabra de un hombre, si no está respaldada por el oro de sus acciones, no pasa de ser (esa sí) 'habladuría de moerda'. Sin principios éticos, y sin el poder de la palabra, ¿qué pensamiento se va a estructurar?

De autonomía se podría hablar el día que nuestra paniaguada afrodirigencia pueda gritar a los cuatro vientos: '¡En mi hambre mando yo!'. Y así se atreve esta gente a llamarme 'hablador de mierda'; precisamente a mí, que compré mi libertad. Y si un pretendido 'cimarrón' no manda en su hambre, tampoco puede hablar de libertad de expresión; pues, en realidad, se trata de un negro doméstico. Así que ya va siendo hora de que los comediantes de dicho Movimiento se quiten la máscara de la identidad, y le rindan cuenta a la comunidad de su oscurantista manejo de una obra teatral titulada 'El negro velón' ('Tanto orgullo y tanto plante, y siempre comiendo fiao…').

Considerando que cuando a uno le llevan un regalo, y uno no lo recibe el regalo es de quien lo llevó, aprovecho la oportunidad para devolverles el 'regalito' a los apresurados que (sin hacer ninguna contextualización) me califican de 'hablador de mierda'… Mientras nuestros mayores decían: 'Mi palabra es un sello', nuestros afroloros dicen: 'Ese man maneja un buen discurso'. El discurso típico del charlatán, embustero y mentiroso mayordomo que ha aprendido a vivir, cual timador, del cuento, sin el sello de la palabra ('Buchipluma na'má eres tú, buchipluma na'má…').

Y es precisamente eso, buche y pluma, lo único que se alcanza a ver en un corral donde, al parecer, la retórica descrestadora y el botín de la 'lucha' le dan la 'autoridad moral' a nuestros vanidosos pavos reales para mirar por encima del ala a las aves sin nido oficial. Dudo mucho que con tanto pavoneo y despotismo logren algún día estructurar un verdadero 'pensamiento afrocolombiano'. A ese paso ganso lo que están estructurando es un pensamiento afromarrano. Un pensamiento oficioso, cooptado por la oferta institucional, opuesto al sueño cimarrón de libertad con igualdad. No quiero imaginarme la indignación en las tumbas de Benkos Biohó, Sinecio Mina, el Negro Robles o Sabas Casamán, entre otros luchadores de verdad.

El leysetoso es un sueño de integración con algo de chicharrón. Es decir, una pesadilla para los-que-no-son-del-proceso. Una horrible pesadilla en la que una bandada de cuervos hambrientos les quiere sacar los ojos a las águilas solitarias… Por último, quiero dejar (sobre el tapete del Bacatá) un pensamiento (libre, no afrocolombiano): 'Es preferible que esté equivocada un águila solitaria, y no toda una bandada de aves de mal agüero'. Pensándolo bien, la Historia dirá algún día que, entre las timoratas aves afrocolombianas, hubo una que otra capaz de remontar la altura del corral.


ALBERTO ANGOLA
Bogotá, D. C., febrero de 2003
El Kilombo

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NOTA: La persona a quien se refiere el hermano Alberto Angola en cuanto a que le cobraron por asistir al evento que motiva su reflexión, soy yo: Nicolé Garpal hoy, Nicolás Emilio García Palacios ayer cuando los funestos hechos, por lo cual ratifico lo registrado; y, tomando partido en la nota de Angola, le doy toda la razón en su exposición aquí plasmada. Es decir, LITERPALENKE comparte por completo lo que el autor comenta en El Kilombo (uno de sus espacios oficiales, amén de desahogarse mediante obras publicadas y en otros espacios).

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