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Murió Soto Aparicio... Las ratas siguen vivas

fernando soto aparicio, escritor colombiano
Ha entregado al Cielo su alma, hoy 2 de mayo de 2016, un grande de la Literatura Social de Colombia; y, claro, de Hispanoamérica también: Fernando Soto Aparicio, ilustre hijo Boyacá... Me faltaba un año para ser alumbrado por mi progenitora en mi Quibdó natal cuando fue publicada una de las obras cimeras del extinto Fernando; en 1962 salió al aire La rebelión de las ratas. Desde luego, el mencionado libro fue de los obligatorios para en el colegio someterlos a los análisis literarios. Hoy recuerdo, como si fuese ayer, especialmente su temática; que resumo diciendo que en la obra él narra magistralmente cómo en un pueblo de su Boyacá (imaginario, llamado por él Timbalí; pero, habiendo muchos Timbalís en Colombia y en el Mundo) empresas gringas saqueaban los recursos naturales, y cómo a la gente la ultrajaban a su antojo; es decir, no era que explotaran dicho patrimonio natural, sino que lo expoliaban en medio de no pocos inhumanos atropellos y eventos de muertes; unas por causa de tragedias propias de la naturaleza cuando andaban los operarios zampados en socavones, en túneles y en otros lugares de explotación; mientras que otras eran provocadas directamente por los usurpadores, por los invasores, por los rateros más exactamente. Esa situación a la postre se convirtió en Florero de Llorente para que se produjera un detonante social, suscitando entonces la rebelión de la gente explotada y masacrada por las multinacionales estadounidenses enclavadas en la región en referencia. Podría pensarse que el autor insinúa que las ratas que se rebelaron fueron aquellas personas que decidieron no seguir tragando entero al testimoniar cómo los gringos hacían ochas y panochas con los recursos naturales, y cómo a ellas las sojuzgaban y, reitero, hasta las mataban; pero, dudo mucho que Soto Aparicio haya querido decir eso; pues, sería un despropósito llamar ratas a quienes estaban padeciendo bajo la presencia invasora y barbárica de las referidas empresas. Mejor creo que él quiso dar a entender que aquellos expoliadores (éstos sí las ratas) se rebelaron en el sentido de alborotarse para desenfrenadamente llevarse lo que no les pertenecía. Es decir, la rebelión de los rateros gringos fue lo que hubo, a la par de la ya señalada rebelión popular.

No hay duda, buena historia novelada de la vida real; y que, lastimosamente, hoy en día sigue vigente presentándose con la complicidad del Estado que debería evitar que así suceda. Como también es buena historia para tenerla en cuenta en los tiempos que corren, en cuanto a que al pueblo no le queda más sino rebelarse cuando cosas como las contadas por Soto Aparicio se consumen, cuando el pueblo de cualquier modo sea mancillado por propios y foráneos. Esa es la consigna para corear estruendosamente, ese es el imperativo categórico para cumplirse; o, de lo contrario, seguiremos sumergidos en lo más insondable del guaico. Me atrevo a considerar que La rebelión de las ratas también fue como una premonición del autor (aunque no por esto quiero decir que lo aludido no se diera antes), en cuanto a que un día en Colombia habría una rebelión de personas (ratas pues) que dirían: "¡Basta ya!, es tiempo de que aquel queso que dejan bajo nuestro cuidado, u otro cualquiera, nos lo comamos íntegro; y no le hace que nos llamen uñilargos, ladrones, rateros, corruptos... ¡No!, vamos es con todo por los erarios de los pueblos; e igual en los sectores privados, sobre todo en los que de una u otra manera manejan recursos o intereses públicos, pues se trata es de joder al pueblo a como dé lugar. Más que rebelión, lo nuestro será la revolución de la corruptiña, denlo por hecho..."


¿Será que me contagié de Soto Aparicio y estoy actuando con la facultad imaginativa de un novelista?, no creo; y si en efecto lo hago, no es más que recurrir al realismo mágico de Gabo, del mismo Fernando Soto y más plumas que cultivan dicho estilo literario. ¿O es que, acaso, duda alguien de que en Colombia los corruptos andan rebelados; entendiendo el "rebelarse" como sinónimo de "desaforarse, desastrarse o hacer algo desenfrenadamente"; y, además, porque luego de ser cogidos hasta con las manos en el queso del que se han apropiado indebidamente gritan y vociferan que son inocentes, y porque se rebelan no dudan no pocos en salir huyéndole a la Justicia, osando argumentar cínicamente que no son más que unos "buenos muchachos sujetos pasivos de persecución política", que "todo es montaje", que "todo obedece a infamias y calumnias", conducta muy de ritual en integrantes de la secta uribista, azuzados y protegidos a capa y espada por su pastor?... Paz en la tumba del glorioso Fernando Soto Aparicio, a quien le recuerdo que las ratas colombianas siguen haciendo de las suyas; al tiempo que de hinojos le suplico hablar con Dios allá arriba e instarlo a que meta orden en la casa, y a que no tenga contemplación con aquellos endriagos cuando les mande sus tiquetes de regreso para encontrarse con Él cara a cara; esperándose que no titubee para después de los juicios enviarlos a donde se halla quien inspira sus actuaciones; ¡umjú, al Báratro mismo!, pues en dicho luciferal paraje se dio su génesis, nadie lo dude.

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