
En Bogotá, por ejemplo, en los gobiernos en cabeza de la Izquierda se han hecho grandes esfuerzos en procura de atender a dichas almas de una forma efectiva mediante procesos de rehabilitación y otras medidas relacionadas con las condiciones humanas de las mismas; no obstante, el Gobierno Nacional es poco lo que suele aportar para contribuir a remediar aquel problema de no poca monta. Es decir, más que falta de recursos ha brillado la carencia de voluntad política, algo como normal en un Estado que discrimina a sus gobernados por el color de piel y por su categoría social, entre otros aspectos. Claro, gran parte de la sociedad no se libra de culpa cuando a los menesterosos los estigmatiza porque sí y porque no. Cierto es que las políticas públicas tendientes a prevenir que mucha gente caiga en vicios y en conductas criminales son débiles, aplicadas a los machetazos y de mala gana. Siempre se argumenta que la cosa es de escasez de recursos, ¡pura paja! Lo que pasa es que se opta por ahorrar plata en la atención de necesidades estructurales de muchos solamente para poder tener de dónde más y más seguir saqueando el erario. Mientras sea esa la dinámica, pues durante no se sabe cuánto tiempo habrá en Colombia muchas calles del Bronx, lastimosamente.
Por otra parte, claro quede que preparadas deberán estar las autoridades competentes (administrativas y judiciales), porque visto está que cuando se desarticula una banda criminal aparecen dos como mínimo al poco tiempo; y en el caso del Bronx puede suceder que aquellas personas que no acepten someterse a procesos de rehabilitación (obligadas no pueden ser) produzcan una diáspora (es lo más probable) con destino a otros sectores de la ciudad, o a otras regiones del país; donde problemas habrá con ellos, por la inseguridad y otras incomodidades provocadas por cuenta de su calamitosa situación humana; pero, sin duda, más será porque a los lugares a donde ellos se desplacen llegarán las mafias (jíbaros) a venderles sustancias sicotrópicas, haciéndose recurrente el ciclo de que muchos tengan que delinquir para comprarlas. Definitivamente, eso no queda sino atacarlo desde la cabeza, o de lo contrario será mal de jamás acabar; y jamás se acabará no apenas en Colombia, sino en todo el Mundo.
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