
Entiéndase que en lugar de ser castigados, los supuestos criminales de marras (reitero, probos patriotas es que son), hállense aún en Colombia o convertidos en prófugos de la Justicia, deben ser galardonados por sus proezas en beneficio de la patria colombiana y, ¡por qué no!, de la Humanidad. Desde luego, será bastante difícil saber entonces cuántos monumentos y demás honores habrá que hacer en nuestra feliz y próspera Colombia. Claro quede que si ha de haber castigos será para quienes se atrevan a profanar, con palabras o con hechos, las sagradas urnas de cristal en las se conservan las pulcras vidas de los integrantes de la banda uribista; castigos que deben ir desde cadena perpetua hasta ser puestos los infractores frente a un pelotón de fusilamiento, donde precisamente no habrá ejecuciones con fusiles; sino, con aquellas herramientas que, en lugar de ser para talar árboles, un día el Boquipompo aquel dispuso que fueran para talar y descuartizar personas que no se convirtieran en fanáticos feligreses de su secta.
¡Gloria a los próceres uribistas, los buenos muchachos de Colombia!
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