
No obstante, lo que a leguas resulta irracional, reprochable y por tanto inadmisible, es que el ELN con su postura demencial pretenda insinuar que hace parte del conflicto secuestrar, hacer paros armados (que no se los hacen al Gobierno o al Estado en sí, sino a la población civil que no tiene por qué ser involucrada en la guerra y padecer los estragos de la misma) y perpetrar otra serie de acciones que, reitero, a la postre afectan es a inocentes. Entonces, hagan todo cuanto se les antoje siempre y cuando eso no quebrante los preceptos del Derecho Internacional Humanitario (claro, lo ideal sería que no nada violento desplegaran), pero no le toquen ni un pelo a la población civil; menos cuando en el caso de los secuestros, por ejemplo, éstos obedecen abiertamente a intereses económicos, extorsivos. De modo que ese tipo de actos barbáricos del ELN, pretendiendo llegar a la mesa de negociación posicionado con evidencias de fortaleza militar, ningún bien le hace al proceso; sino que, contrariamente, puede convertírsele a dicha insurgencia armada en un bumerán. Ojalá lo entiendan así.
Dios permita que la hasta hoy posición exteriorizada por el Gobierno, plausible, condicionando el inicio de las negociaciones formales a la liberación de los secuestrados y a prescindir de meterse con el pueblo de cualquier manera, se mantenga hasta cuando haya certitud del cumplimiento absoluto de lo requerido. Por supuesto, cuán afortunado sería que pudiera pactarse una tregua bilateral, para no tener la gente que andar con la zozobra de saber que se arranca un proceso de paz en medio de la espeluznante guerra con olor a muerte.
¡Libertad para todos los secuestrados!
¡Regresen a casa los desaparecidos por el Estado y grupos paramilitares!
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