Esta nota la publiqué en otro blog en junio 26 de 2013:
Resulta bastante común que cuando se dispone rendirle tributo a una persona se hable acerca de ella detallando muchos datos con respecto a su vida, a su trayectoria en el campo en el cual se ha movido más. Frente a esta publicación, concebida como un homenaje que le hago a Piedad Esneda Córdoba Ruiz, considero que no es imperioso lo anterior. Es decir, Piedad no necesita carta de presentación. Precisamente, una de las cosas que reconozco en Piedad es el hecho de que ella, con suficientes detalles sobre lo que ha sido su devenir como mujer política y activista social en general, es conocida a lo largo y ancho del Mundo; incluso, hasta los extraterrestres saben mucho de ella; precisando que, como dice un adagio, "ella no es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo". De allí, entonces, que haya personas que la odian de muerte, como muchas más (de esto permanezco convencido en extremo) la defendemos y apreciamos con el alma. Piedad me gusta bastante por las siguientes razones:
1. Porque tiene inequívocamente definidas sus identidades étnica y nacional. Se asume orgullosamente como negra, como colombiana. Igualmente, aunque no haya nacido en el Chocó, siempre reconoce con altivez que por sus venas corre sangre chocoana.
2. Porque piensa y actúa, con mucha coherencia y firmeza, en función de un país donde la igualdad social deje de ser únicamente un mar de ilusiones en las mentes de millones de colombianos, que hoy en día son dueños de unas condiciones de vida precarias, sumidas en la extremiseria.
3. Porque, a pesar de coincidir con la guerrilla en cuanto a la ideología de justicia social (por lo cual injustamente la han considerado como insurgente armada), ha testimoniado siempre que es una mujer que propugna la paz, la reconciliación nacional; convencida de que no es cierto que el pueblo pueda alcanzar el Poder máximo solamente por conducto de la lucha armada. El país y el rancho global saben que ella, desde antes de que las FARC-EP y el Gobierno Nacional iniciaran el actual proceso de paz, ha venido proponiendo decididamente una salida negociada para el conflicto entre las guerrillas y el Estado de Colombia.
4. Porque sus principios ideológicos y filosóficos los ha mantenido intactos, en el sentido de no modificarlos ni traicionarlos para acomodarse (como irresponsablemente lo hacen muchas personas) de manera oportunista ante las circunstancias. O sea, con ella nada de medias tintas; esto con el valor agregado que significa hacerlo en todo momento con un coraje inigualable. En verdad, me mata la emoción cuando miro y escucho a Piedad hablando sin pelos en la lengua, sin arredrarse ante nada ni ante nadie; desahogándose, como mujer, con la verraquera que les hace falta a muchos hombres.
5. Porque su caudal de fogosidad, su espíritu de rebeldía pacífica, los combina de manera brillante con su talento; el mismo que le permite hacer parte del catálogo de personas de las cuales se puede decir a boca llena que les cabe el país en la cabeza.
6. Porque ella ha sido clave para convertir en alegrías las tristezas de muchas familias, actuando como mediadora o facilitadora para cristalizar la liberación de personas retenidas por la guerrilla, especialmente por las FARC-EP.
7. Porque, sin sombra de dudas, es una mujer bella, bellísima. ¡Seguro que sí! Todas las mujeres son bellas, naturalmente; pero, es que Piedad se pasa de bella. En honor a la verdad, hablo en el sentido físico, con el riesgo de que me linchen por un lado u otro, ¡ja, ja!; no obstante, lo digo más por todo lo anterior que de mis entrañas ha brotado sobre ella: Sus atributos, sus virtudes dignas de emular; aun así, insisto en que Piedad es bellísima. De modo, pues, que soy uno de los tantos enamorados de Piedad, hombres y mujeres. ¡Claro que sí!, a ella les gustan los varones y las hembras; de todas las etnias, orígenes, edades y estratos sociales. Preciso, a ella no les gustan los elitosos que al pueblo lo oprimen, reprimen y exprimen. ¡Me enamoré de Piedad!
Respetando el derecho a disentir, manifiesto que generalmente quienes dicen odiar a Piedad (siendo menos con relación a las personas que la queremos entrañablemente) son los enemigos de la equidad social, de la transparencia, de la reconciliación, del amor y de la vida, de la soberanía y libre determinación nacional. Piedad, indubitablemente, guste o no, es una mujer que desde el Congreso de Colombia, como desde otros escenarios sociales, no ha hecho más que servirle al país; contribuyendo, entre otras cosas, a descubrir casos de inmoralidad, violación de los derechos humanos, despotismo y politiquería estatal, además de otras actuaciones con impactos negativos, abominables. Piedad es vista, no nos digamos mentiras, como una piedra en los zapatos de los oligarcas, de los heraldos de la Ultraderecha; por considerarla como una alternativa con gran respaldo para gobernar a Colombia. De allí, entonces, que la Procuraduría General de la Nación (concretamente el inquisidor Ordóñez) la haya destituido, con inhabilidad por 18 años para el ejercicio de funciones públicas. De tal modo procede la oligarquía para neutralizar a las personas consideradas como un riesgo para sus intereses políticos, económicos y de otras índoles. No se eche en saco roto que en muchas ocasiones no solamente las sacan del juego a punta de sentencias sancionatorias; sino, que las asesinan... En Colombia y en el Orbe se necesitan muchas más mujeres como Piedad Córdoba. Desde luego, las hay, afortunadamente. Mujeres que, insisto, merecen ser defendidas y respaldadas, como también amadas, al igual que tenidas como unos paradigmas que debemos seguir los hombres y las mujeres. Piedad Córdoba, tú lo sabes; empero, permíteme decirte que no estás sola en la lucha que durante muchos años has desplegado a favor del pueblo-pueblo colombiano, y que seguiremos estando contigo hoy, mañana y siempre. ¡Dios te bendiga, mujer verraca de racamandaca!
4. Porque sus principios ideológicos y filosóficos los ha mantenido intactos, en el sentido de no modificarlos ni traicionarlos para acomodarse (como irresponsablemente lo hacen muchas personas) de manera oportunista ante las circunstancias. O sea, con ella nada de medias tintas; esto con el valor agregado que significa hacerlo en todo momento con un coraje inigualable. En verdad, me mata la emoción cuando miro y escucho a Piedad hablando sin pelos en la lengua, sin arredrarse ante nada ni ante nadie; desahogándose, como mujer, con la verraquera que les hace falta a muchos hombres.
5. Porque su caudal de fogosidad, su espíritu de rebeldía pacífica, los combina de manera brillante con su talento; el mismo que le permite hacer parte del catálogo de personas de las cuales se puede decir a boca llena que les cabe el país en la cabeza.
6. Porque ella ha sido clave para convertir en alegrías las tristezas de muchas familias, actuando como mediadora o facilitadora para cristalizar la liberación de personas retenidas por la guerrilla, especialmente por las FARC-EP.
7. Porque, sin sombra de dudas, es una mujer bella, bellísima. ¡Seguro que sí! Todas las mujeres son bellas, naturalmente; pero, es que Piedad se pasa de bella. En honor a la verdad, hablo en el sentido físico, con el riesgo de que me linchen por un lado u otro, ¡ja, ja!; no obstante, lo digo más por todo lo anterior que de mis entrañas ha brotado sobre ella: Sus atributos, sus virtudes dignas de emular; aun así, insisto en que Piedad es bellísima. De modo, pues, que soy uno de los tantos enamorados de Piedad, hombres y mujeres. ¡Claro que sí!, a ella les gustan los varones y las hembras; de todas las etnias, orígenes, edades y estratos sociales. Preciso, a ella no les gustan los elitosos que al pueblo lo oprimen, reprimen y exprimen. ¡Me enamoré de Piedad!
Respetando el derecho a disentir, manifiesto que generalmente quienes dicen odiar a Piedad (siendo menos con relación a las personas que la queremos entrañablemente) son los enemigos de la equidad social, de la transparencia, de la reconciliación, del amor y de la vida, de la soberanía y libre determinación nacional. Piedad, indubitablemente, guste o no, es una mujer que desde el Congreso de Colombia, como desde otros escenarios sociales, no ha hecho más que servirle al país; contribuyendo, entre otras cosas, a descubrir casos de inmoralidad, violación de los derechos humanos, despotismo y politiquería estatal, además de otras actuaciones con impactos negativos, abominables. Piedad es vista, no nos digamos mentiras, como una piedra en los zapatos de los oligarcas, de los heraldos de la Ultraderecha; por considerarla como una alternativa con gran respaldo para gobernar a Colombia. De allí, entonces, que la Procuraduría General de la Nación (concretamente el inquisidor Ordóñez) la haya destituido, con inhabilidad por 18 años para el ejercicio de funciones públicas. De tal modo procede la oligarquía para neutralizar a las personas consideradas como un riesgo para sus intereses políticos, económicos y de otras índoles. No se eche en saco roto que en muchas ocasiones no solamente las sacan del juego a punta de sentencias sancionatorias; sino, que las asesinan... En Colombia y en el Orbe se necesitan muchas más mujeres como Piedad Córdoba. Desde luego, las hay, afortunadamente. Mujeres que, insisto, merecen ser defendidas y respaldadas, como también amadas, al igual que tenidas como unos paradigmas que debemos seguir los hombres y las mujeres. Piedad Córdoba, tú lo sabes; empero, permíteme decirte que no estás sola en la lucha que durante muchos años has desplegado a favor del pueblo-pueblo colombiano, y que seguiremos estando contigo hoy, mañana y siempre. ¡Dios te bendiga, mujer verraca de racamandaca!
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