¿Concursos de méritos?, ¡ja, ja, ja!

EN UN PAÍS como la Colombia aborrecida por Uribe Vélez y otra parranda de antipatriotas, donde prevalece la cultura de la ilegalidad, de las trampas en todo, de los atajos, del maquiavélico "el fin justifica los medios", realmente es un acto de fe participar en un concurso de méritos para la provisión de empleos públicos; o en cualquier otro evento que hable de la condición de "concurso de méritos", donde necesariamente hay que incluir las licitaciones. Los fraudes, pues, hacen ola; pasando por directivos o quienes son contratados para adelantar aquellos concursos, hasta llegar a no pocos de los mismos participantes. En el caso de los concursos para proveer empleos encuentra uno a directivos de las entidades involucradas que consiguen los cuestionarios y se los pasan a sus fichas claves, para que se sostengan en los puestos que ocupan de modo provisional, o para que asciendan, o para que entren por primera vez. Igualmente, entre los que desarrollan y aplican las pruebas hay quienes logran dinero u otros beneficios vendiendo o filtrando los cuestionarios hasta con las mismas respuestas. Concursantes hay que se dan mañas para durante los exámenes acceder a las respuestas que no sepan, mediante pasteles o chancucos, o recurriendo a medios tecnológicos que suelen utilizarlos fingiendo ir al baño a una necesidad fisiológica, e incluso éstos en el mismo salón de las pruebas. Mejor dicho, de todo se ve. De modo que eso de transparencia en aquellos concursos, como en cualesquiera otros (literarios, musicales, reinados, etcétera) es un imposible en una Colombia, reitero, proclive a la dinámica del ventajismo. Obvio, no deja de haber excepciones a dicha regla, pero excepciones apenas son. Lástima que muchos participantes que juegan limpio con frecuencia a la postre resulten nada más que ilusionados, engañados por las marrullas de otras personas.