Cuando los que caen son negros no hay recompensa para dar con los asesinos, y si la hay no pasa de 1 millón de pesos. "Eso al menos vale un negro.", expresarán algunas almas que se muestran insensibles frente a las calamidades de la gente de la Ebanolia colombiana. Cuando los que caen son negros seguramente se dice: "Por algo sería, algo debían, a lo mejor andaban en fechorías, ellos se lo buscaron.". La indiferencia estatal y social frente a homicidios contra gente de la Etnia Negra en Colombia es notoria, sin lugar a dudas; pero, lastimosamente, hay que decir que en no escasas oportunidades entre nuestra misma comunidad hay quienes eso ni les va ni les viene: "Mientras la cosa no sea conmigo ni con los míos, ¡asunto allá!". Esto corresponde al síndrome de la falta de identidad y de sentido de pertenencia en lo étnico, padecido por abundante cantidad de negros. En Estados Unidos, citándolo nada más como ejemplo para establecer un paralelo con Colombia, salen a protestar los negros cuando los policías u otros individuos blancos matan negros sin ton ni son; pero, en Colombia esa misma reacción pocas veces se presenta, y si la hay no pasa de ser tímida, por lo cual no es temida ni atendida.
Independientemente de que haya o no protestas es preciso que las autoridades estatales correspondientes, en Bogotá y en todo el país, adopten medidas en procura de conjurar que siga habiendo exterminio de negros por cuenta del racismo y de otras manifestaciones de intolerancia, enteramente abominables; como también se reclama que los asesinos sean capturados y sancionados penalmente. Sépase que nos hallamos frente a una situación social que requiere la máxima atención de las instituciones estatales competentes, para que lo denunciado no siga ocurriendo, para que no brille la impunidad, para que de pronto no surjan intenciones de aplicar la Ley del Talión o acciones de venganza. "Por cada negro que un blanco mate, debemos matar cinco de ellos.", me decía hace poco alguien cuando hablábamos sobre el presente asunto; postura que, desde luego, no es la ideal porque la violencia no debe ser la manera de resolver conflictos; para que no tengamos que asistir (ojalá no) a un espectáculo cotidiano de peloteras entre negros y no negros, con desenlaces que pueden resultar impredecibles.
Bogotá, D. C., abril 16 de 2015
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