¿Por qué no toleramos pues?

Por un lado TOLERAR es permitir que se haga algo malo o indebido contra alguien (contra uno mismo), o en detrimento de alguna cosa. Esa categoría de tolerancia, sin duda, debe ser repudiada por la sociedad de bien... En verdad, produce angustia existencial el hecho de que nos cueste harto la conjugación del verbo TOLERAR; habiendo personas que suelen tergiversar su significado cuando se trata de situaciones que implican diferencia o diversidad en cualquier categoría social. TOLERAR no es, pues, necesariamente estar de acuerdo con otros en criterios, ideologías, religión, gustos, origen étnico, cultura, aspecto físico, estrato social, género, orientación sexual, personalidad, etcétera. TOLERAR, en el caso en referencia, corresponde al hecho de respetar aquellas cosas de otras personas con las cuales no converjamos; y hacer eso no significa estar obligados a dar por cierto, por bueno o por mejor lo que piensen, digan o hagan los demás. 

TOLERANCIA es, reitero, respeto hacia cualquier tipo de diferencia conductual o social. La TOLERANCIA, obvio, es determinante para que una sociedad cualquiera pueda vivir en paz; porque probado con suficiencia está que hay un paso nomás, y hasta menos, entre la intolerancia y la maldita violencia que puede ocasionar desenlaces trágicos, mortales con ostensible frecuencia. Nuestras opiniones y otras cosas pueden no coincidir, ciertamente; pero, comprendamos y corroboremos que aun en medio de las diferencias habidas es posible (considero, mejor, que imperativo) que sembremos y cosechemos frutos de armonía; en lugar de hacer brotar agravios de cualquier modo, antes de llegar hasta el extremo de matarnos por cuenta de la irracional intolerancia. Entonces, si hemos de ser unas almas intolerantes que sea con respecto a cualquier situación dañina en lo personal o en lo colectivo, incluida la misma repugnante y tenebrosa intolerancia.