La diáspora africana continúa, ¡maldita sea!

Hubo ayer una diáspora africana involuntaria, forzada; cuando a millones de africanos los cazaron con el propósito de secuestrarlos y después esclavizarlos, sin dejar de masacrarlos y someterlos a otra serie de ignominias también letíferas. Hoy continúa la diáspora africana, por cuenta de centenares de miles de almas que salen despavoridas de sus pueblos con rumbo a Europa y hacia otros continentes, buscando afanosamente mejores condiciones de vida. Esa diáspora, sépase, es voluntaria, como forzada también. Forzada es porque quienes emigran de países africanos lo hacen sabiendo bien que por allá la cosa está crítica en extremo; con unos gobiernos mediocres, incompetentes, corruptos, de corte dictatorial; e igual, huyen de la violencia interna y de la que llega exportada desde naciones de otros continentes, que en este caso la despliegan como parte de su dinámica expoliadora, colonialista. Claro, aquella diáspora sigue generando muchos muertos, cuando los fugitivos de la miseria sucumben en las aguas de los mares que desafían en embarcaciones que no pocas veces son hasta hechas con papel. Los que alcanzan a llegar a Europa, o a otros confines, quedan expuestos a que los deporten; y en caso de ser acogidos como refugiados no dejan de padecer toda suerte de penas, ultrajes, desprecios; los prejuician y los discriminan, y hasta asesinados resultan unos. ¡Pobres hermanos africanos pobres!, ¡Olodumare los proteja!