
Claro, por el otro lado estarán los que hoy han llorado y llorarán por culpa del guayabo que les produce saber que se van desvaneciendo sus argumentos y apologías a favor de la violencia, de la guerra, de la barbarie. Me imagino cuántas lágrimas han brotado hoy (seguirán fluyendo en la medida en que crezcan las flores de la paz) de los ojos del expresidente Uribe y su pandilla antipaz, entre otros de la misma calaña no necesariamente uribistas aunque como uribistas piensen y procedan. ¡Pobres almas!, estarán hoy con más razón pensando que los pacifistas no dejaremos de atormentarlos (¿para qué, si ellos se atormentan solos con el peso de sus conciencias inhumanas?) preguntándole a cada uno ¿cómo le que el ojo?... Han llorado y llorarán por saber que con el paso del tiempo surgen más y más colombianos que les gritan en sus propias barbas: "¡Basta ya!, decidimos no ser los pendejos de siempre para andar acolitándoles sus prédicas y acciones contra la paz, y a favor de una violencia que nomás a ustedes los de arriba los ha favorecido de muchas maneras; de modo, pues, que con nosotros no cuenten más como sus idiotas útiles. Decidimos despertar y despertamos, luego de ustedes habernos mantenido durante no corto tiempo bajo los efectos del opio que nos daban y que nosotros mismos a veces pedíamos a gritos. Hemos entendido y pregonamos a los cuatro vientos la consigna de que hay que apostarle a la paz; es decir, a la vida; y no a la guerra, que significa muerte".
Bogotá, D. C., junio 23 de 2016
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