PAZ, ¡palabra hermosa, palabra sabrosa! PAZ, tres letras nomás, ¡y cuántas cosas positivas caben en ella! Tres letras apenas que mucho dan de bueno. En cambio VIOLENCIA, con más letras (nueve) nada benéfico proporciona. Bueno, para los pacifistas; porque claro es que a los enamorados de lo contrario les produce muchos réditos, aunque a la postre un día esas ganancias no serán más que espejismo, como quiera que Dios pasa cuenta de cobro a su manera... Hablemos de paz, ¡claro que sí!; pero, considerando que mejor es que la construyamos, la defendamos, la compartamos y la preservemos; siendo lo anterior un derecho, y al mismo tiempo un gran deber... La paz colectiva es la suma de la paz de cada individuo ("de grano en grano la gallina llena su buche", enseña un refrán), por eso debe hallarse en paz uno mismo para poder estarlo con nuestros semejantes, e incluso con la Naturaleza y todos los elementos que la conforman... Cuando hablemos de paz pensemos en quienes hoy estamos, pero no dejando de hacer igual con respecto a quienes mañana llegarán; pudiendo resultar que no lo hagan mientras sigamos entregados a la barbarie, porque puede pasar que un día no haya quienes los engendren por haber desaparecido la Humanidad como consecuencia de la violencia; resultando necesario aclarar que se alude a la violencia causada por conflictos civiles armados, guerras a gran escala entre naciones, actividades delincuenciales o criminales en general, represión estatal (sumándole el accionar de grupos paramilitares y afines)... Bueno, pese a que frente a las otras haya diferencias en las secuelas negativas, no hay que perder de vista que la violencia intrafamiliar también es un fenómeno que ocasiona no pocos episodios cruciales, trágicos...
No es justo que aquellos que de veras lleguen se alojen en un Mundo preñado de violencia con sus males conexos o secuelas, que hartos son: Desplazamiento forzado y voluntario (este último también es forzado aunque libremente la gente deje sus territorios para ir en busca de refugio o mejores condiciones de vida, produciéndose por esa razón mucha desintegración familiar), alteraciones en el acervo cultural, pérdida de confianza en el Estado y en parte de la sociedad, desintegración social (cada quien por su lado, cuando el tejido social se fortalece es con la cohesión), estados paranoicos ("todos me persiguen, son mis enemigos, desean quitarme lo mío, hacerme más daños y hasta matarme"...), revanchismo contra los victimarios, miseria y mortandad de almas, entre otras situaciones deplorables...
La paz asumámosla como el camino, pero más como el destino al que de modo inesquivable debemos arribar para disponer de mejores y mayores posibilidades de lograr prosperidad, para poder experimentar lo placentero que implica vivir y morir en paz. Es inobjetable que cuando se carece de paz se bloquean los caminos que conducen al progreso de los pueblos... De la misma forma como al rezar el Padrenuestro decimos "danos, Señor, el pan de cada día", oremos clamando "danos, Señor, la paz de cada día"... La sed de paz nos impone contar hasta 100 (y hasta más si es preciso) cuando nos hallamos en situaciones conflictivas que pueden empujarnos a reaccionar con agresividad o violencia, no echando en saco roto que múltiples son las formas como aquella se manifiesta... Es incontrovertible que para que haya una paz sólida, auténtica y sostenible o duradera se requiere avanzar en garantizar niveles notorios de justicia social, que ojalá fuera absoluta ésta; pero, nunca con una Humanidad donde a su alrededor hace ola el "sólo yo, y a los demás que se los lleve el Diablo"; con un Mundo donde la codicia campea, con un rancho global con gobernantes y más individuos obsesionados con oprimir a quienes se les antoje...
Para que la paz se cristalice se requiere coherencia, pragmatismo; donde todo no se nos vaya en mera retórica, en apenas palabras bonitas; sino, que con hechos demostremos lo positivo que sentimos en torno de la necesidad de que brille la paz. Es decir, más praxis que teoría, más vivir de nuestras obras que de los deseos... Hagamos preces los pacifistas para que Dios expulse los demonios que habitan en quienes se desvelan oponiéndose a que las flores de la paz germinen en cualquier confín del Orbe creado un día en paz por Dios, y que luego se sumergió en el caos cuando Satanás se incrustó en las almas de no poca gente. Reine la paz donde hayan plantado y planten violencia unos seres irracionales (monstruos mismos) disfrazados de humanos.
No es justo que aquellos que de veras lleguen se alojen en un Mundo preñado de violencia con sus males conexos o secuelas, que hartos son: Desplazamiento forzado y voluntario (este último también es forzado aunque libremente la gente deje sus territorios para ir en busca de refugio o mejores condiciones de vida, produciéndose por esa razón mucha desintegración familiar), alteraciones en el acervo cultural, pérdida de confianza en el Estado y en parte de la sociedad, desintegración social (cada quien por su lado, cuando el tejido social se fortalece es con la cohesión), estados paranoicos ("todos me persiguen, son mis enemigos, desean quitarme lo mío, hacerme más daños y hasta matarme"...), revanchismo contra los victimarios, miseria y mortandad de almas, entre otras situaciones deplorables...
La paz asumámosla como el camino, pero más como el destino al que de modo inesquivable debemos arribar para disponer de mejores y mayores posibilidades de lograr prosperidad, para poder experimentar lo placentero que implica vivir y morir en paz. Es inobjetable que cuando se carece de paz se bloquean los caminos que conducen al progreso de los pueblos... De la misma forma como al rezar el Padrenuestro decimos "danos, Señor, el pan de cada día", oremos clamando "danos, Señor, la paz de cada día"... La sed de paz nos impone contar hasta 100 (y hasta más si es preciso) cuando nos hallamos en situaciones conflictivas que pueden empujarnos a reaccionar con agresividad o violencia, no echando en saco roto que múltiples son las formas como aquella se manifiesta... Es incontrovertible que para que haya una paz sólida, auténtica y sostenible o duradera se requiere avanzar en garantizar niveles notorios de justicia social, que ojalá fuera absoluta ésta; pero, nunca con una Humanidad donde a su alrededor hace ola el "sólo yo, y a los demás que se los lleve el Diablo"; con un Mundo donde la codicia campea, con un rancho global con gobernantes y más individuos obsesionados con oprimir a quienes se les antoje...
Para que la paz se cristalice se requiere coherencia, pragmatismo; donde todo no se nos vaya en mera retórica, en apenas palabras bonitas; sino, que con hechos demostremos lo positivo que sentimos en torno de la necesidad de que brille la paz. Es decir, más praxis que teoría, más vivir de nuestras obras que de los deseos... Hagamos preces los pacifistas para que Dios expulse los demonios que habitan en quienes se desvelan oponiéndose a que las flores de la paz germinen en cualquier confín del Orbe creado un día en paz por Dios, y que luego se sumergió en el caos cuando Satanás se incrustó en las almas de no poca gente. Reine la paz donde hayan plantado y planten violencia unos seres irracionales (monstruos mismos) disfrazados de humanos.
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