Seamos unos violentos mentales

La violencia física, no hay duda, es irracional, macabra, destructiva, bloqueadora del progreso de los pueblos y, obvio, exterminadora de la tranquilidad y de no pocas siempre sagradas y valiosas vidas humanas. Entonces, ¡no a esa clase de violencia!, ¡no a ninguna violencia que haga daño! En cambio, acojamos y desarrollemos sin vacilaciones la violencia mental. ¿Cómo es eso?... Bueno, puede sonar mal el asunto porque se menciona una palabra asumida como repugnante, y en efecto lo es; no obstante, hablando un poco de modo figurado y al tiempo a partir de lo muy real, entiéndase aquella violencia mental como la disposición al alboroto de nuestras conciencias, de tal modo que se mantengan ellas siempre despiertas y dinámicas en procura de luchar por nuestra libertad. Libertad que implica estar desprovistos de cualesquiera expresiones de atropellos contra nuestros derechos o intereses, contra nuestra innegociable dignidad. Libertad que significa morar en la prosperidad (que no necesariamente equivale a vivir con lujos habidos y por haber, pero al menos sin tener que soportar angustias por no disponer de lo elemental para subsistir), e igual poder gozar de tranquilidad, de paz. No nos asuste para nada, pues, ser unos aguerridos e inclaudicables violentos mentales; porque malo no es el hecho de no tragar entero cuando las circunstancias obligan, de manera imperativa o categórica, a la reivindicación y protección de nuestros derechos.