En ciertas oportunidades me he detenido a pensar si es que la situación calamitosa que padece el Departamento del Chocó se debe a su nombre, ante lo cual he llegado a sugerir en mis adentros que sería pertinente cambiárselo, de tal suerte que él sea (sépase que en la presente nota el término chocar lo utilizo con el significado de "no gustar", "caer mal", "despreciar"): 1. UN CHOCÓ que le no choque al Estado, en cabeza del Gobierno Nacional. Porque le choca el Chocó es que lo mira por encima del hombro; atendiendo sus necesidades, cuando lo hace, con cuentagotas. 2. UN CHOCÓ que no les choque a los heraldos de la corrupción. Porque les choca el Chocó es que lo saquean a su antojo, considerando que con lo que nada les cuesta deben hacer fiesta. 3. UN CHOCÓ que no les choque a los violentos y criminales en general. Porque les choca el Chocó es que siembran la violencia y demás fechorías en su territorio; manteniendo a sus habitantes prácticamente en condiciones de secuestro hasta en sus propios ranchos, como si ellos (los malhechores) fueran sus dueños. Criminalidad esclavizante.
4. UN CHOCÓ que no les choque a sus propios hijos malos. Porque les choca el Chocó es que, en lugar de ayudarle a crecer, lo sumergen más y más en el guarengue; no dando la mínima muestra de identidad ni de sentido de pertenencia, menos de amor hacia su pueblo. 5. UN CHOCÓ que no les choque a los foráneos que le arrebatan sus recursos naturales a las buenas y a las malas. Porque les choca el Chocó es que se roban todo aquel patrimonio biodiversos, con la complicidad del Estado; y también del mismo pueblo, que se sienta únicamente a ver el desfile de los mismos en sus propias barbas; con lo cual solamente quedan escombros, enfermedades, miseria, depredación medioambiental, muerte, frustración, desesperanzas. 6. UN CHOCÓ que no le choque a su clase dirigente política. Porque a ésta le choca el Chocó es que, antes que hacer Política, se dedican a la politiquería, siendo los verdugos del propio pueblo que los vio nacer; restando, en lugar de sumar. 7. UN CHOCÓ que no les choque a quienes lo estigmatizan con la corrupción. Porque les choca el Chocó lo satanizan, diciendo que es "el rey de la inmoralidad en Colombia"; desconociendo que la corrupción está presente en todas partes, y que no es cierto que el Chocó sea el pueblo más corrupto en nuestro país.
Mi percepción en cuanto a que la crisis en general del Chocó puede obedecer a su nombre, con un contenido semántico de tragedia (Chocar: "Estrellar, tropezar, pelear, no gustar"), se desvanece cuando recuerdo que él, con el mismo nombre, tuvo una época gloriosa, de prosperidad, paz y pulcritud. En conclusión, la Historia de Colombia registra que el Chocó tuvo sus tiempos de oro cuando su dirigencia la conformaban personas igualmente rutilantes cual el oro, entre 1900 y 1947, hasta cuando se convirtió en Departamento. En esto último hay que reconocer que dichos momentos en la cúspide estuvieron determinados básicamente (sin demeritar lo de las actuaciones encomiables de la dirigencia en mención) por el auge del oro y del platino; así como por el comercio que fuera impulsado por los sirio-libaneses y otros comerciantes nativos en menor proporción. Entonces, la cosa no es de nombre; sino, de hombres, de actitudes. Es aquí cuando insisto en que durante mucho tiempo, desde cuando ellos desaparecieron, nos hemos circunscrito a vivir de los nombres de personas insignes como: Ramón Lozano Garcés, Diego Luis Córdoba, Manuel Mosquera Garcés, Demetrio Valois Arce, Aureliano Perea Aluma, Leopoldino Machado, Eliseo Arango, Gabriel Meluk Aluma, Adán Arriaga Andrade, entre otros chocoanos ilustres, hombres y mujeres. Desde luego, hay que recordarlos; pero, más que esto, lo que tenemos que hacer es inspirarnos en ellos como paradigmas de vida que fueron; procurando en todo momento, al seguir sus huellas, superarlos en todas las virtudes que reflejaron. Si hacemos lo anterior, entonces podremos avanzar por los caminos que nos permitan construir un Chocó que no le choque a nadie. Eso sí, les choca pero al mismo tiempo les gusta bastante precisamente para joderlo, para beneficiarse de sus riquezas naturales, para arrebatarle su hacienda pública.
El Chocó retornará, entonces, a su otrora época de oro: a. Cuando cambiemos nuestra mentalidad con respecto a él, en el sentido de no hacerle daño luego de que nos ha concedido el privilegio de nacer o vivir en él. b. Cuando elijamos dirigentes y gobernantes de incuestionable talla moral; que no tengan como consigna el abominable "voy por lo mío"; y que si esto dicen, entonces que "lo mío" sea la búsqueda del bienestar de los chocoanos en general. c. Cuando sin escrúpulos nos pongamos las botas y los overoles, entendiendo que debemos vivir más de las obras que de los deseos. Más acciones y menos carreta. d. Cuando actuemos con sinergia, diciendo que 2 y 2 no son cuatro; sino, 5, 6, 10…; la misma sinergia que representa trabajo colectivo, prescindiendo del individualismo que anula las posibilidades de progreso. Los intereses colectivos deben estar siempre por encima de los individuales. e. Cuando digamos, en síntesis: "Me siento orgulloso de mi pueblo. Igualmente, le agradezco mucho por haberme conferido el privilegio de haber nacido en su suelo; por lo cual, como señal de gratitud, le entrego todo lo mejor de mi vida; convirtiéndome en un mensajero de: Unidad, armonía, transparencia, laboriosidad, identidad, sentido de pertenencia; de todo lo positivo que contribuya a su engrandecimiento, como él lo merece". Por supuesto, reitero, algo que tenemos que arrojar a un guaico es el ritual de propiciar un reprochable divorcio entre la praxis y la teoría. Es decir, es un imperativo categórico que dejemos atrás tanta retórica o mera teoría, cambiándola por acciones efectivas. Si esto se hace así, entonces seremos unas personas coherentes, pragmáticas: Predicando y aplicando, diciendo y haciendo. Siempre será mejor que primero hagamos lo positivo, y que luego si queremos saquemos pecho y digamos que hicimos algo o mucho bueno. Del mismo modo, es preciso que no permitamos que nos siga acechando el gatopardismo; aquella concepción reprochable de cambiar para que todo siga igual, o peor.
4. UN CHOCÓ que no les choque a sus propios hijos malos. Porque les choca el Chocó es que, en lugar de ayudarle a crecer, lo sumergen más y más en el guarengue; no dando la mínima muestra de identidad ni de sentido de pertenencia, menos de amor hacia su pueblo. 5. UN CHOCÓ que no les choque a los foráneos que le arrebatan sus recursos naturales a las buenas y a las malas. Porque les choca el Chocó es que se roban todo aquel patrimonio biodiversos, con la complicidad del Estado; y también del mismo pueblo, que se sienta únicamente a ver el desfile de los mismos en sus propias barbas; con lo cual solamente quedan escombros, enfermedades, miseria, depredación medioambiental, muerte, frustración, desesperanzas. 6. UN CHOCÓ que no le choque a su clase dirigente política. Porque a ésta le choca el Chocó es que, antes que hacer Política, se dedican a la politiquería, siendo los verdugos del propio pueblo que los vio nacer; restando, en lugar de sumar. 7. UN CHOCÓ que no les choque a quienes lo estigmatizan con la corrupción. Porque les choca el Chocó lo satanizan, diciendo que es "el rey de la inmoralidad en Colombia"; desconociendo que la corrupción está presente en todas partes, y que no es cierto que el Chocó sea el pueblo más corrupto en nuestro país.
Mi percepción en cuanto a que la crisis en general del Chocó puede obedecer a su nombre, con un contenido semántico de tragedia (Chocar: "Estrellar, tropezar, pelear, no gustar"), se desvanece cuando recuerdo que él, con el mismo nombre, tuvo una época gloriosa, de prosperidad, paz y pulcritud. En conclusión, la Historia de Colombia registra que el Chocó tuvo sus tiempos de oro cuando su dirigencia la conformaban personas igualmente rutilantes cual el oro, entre 1900 y 1947, hasta cuando se convirtió en Departamento. En esto último hay que reconocer que dichos momentos en la cúspide estuvieron determinados básicamente (sin demeritar lo de las actuaciones encomiables de la dirigencia en mención) por el auge del oro y del platino; así como por el comercio que fuera impulsado por los sirio-libaneses y otros comerciantes nativos en menor proporción. Entonces, la cosa no es de nombre; sino, de hombres, de actitudes. Es aquí cuando insisto en que durante mucho tiempo, desde cuando ellos desaparecieron, nos hemos circunscrito a vivir de los nombres de personas insignes como: Ramón Lozano Garcés, Diego Luis Córdoba, Manuel Mosquera Garcés, Demetrio Valois Arce, Aureliano Perea Aluma, Leopoldino Machado, Eliseo Arango, Gabriel Meluk Aluma, Adán Arriaga Andrade, entre otros chocoanos ilustres, hombres y mujeres. Desde luego, hay que recordarlos; pero, más que esto, lo que tenemos que hacer es inspirarnos en ellos como paradigmas de vida que fueron; procurando en todo momento, al seguir sus huellas, superarlos en todas las virtudes que reflejaron. Si hacemos lo anterior, entonces podremos avanzar por los caminos que nos permitan construir un Chocó que no le choque a nadie. Eso sí, les choca pero al mismo tiempo les gusta bastante precisamente para joderlo, para beneficiarse de sus riquezas naturales, para arrebatarle su hacienda pública.
El Chocó retornará, entonces, a su otrora época de oro: a. Cuando cambiemos nuestra mentalidad con respecto a él, en el sentido de no hacerle daño luego de que nos ha concedido el privilegio de nacer o vivir en él. b. Cuando elijamos dirigentes y gobernantes de incuestionable talla moral; que no tengan como consigna el abominable "voy por lo mío"; y que si esto dicen, entonces que "lo mío" sea la búsqueda del bienestar de los chocoanos en general. c. Cuando sin escrúpulos nos pongamos las botas y los overoles, entendiendo que debemos vivir más de las obras que de los deseos. Más acciones y menos carreta. d. Cuando actuemos con sinergia, diciendo que 2 y 2 no son cuatro; sino, 5, 6, 10…; la misma sinergia que representa trabajo colectivo, prescindiendo del individualismo que anula las posibilidades de progreso. Los intereses colectivos deben estar siempre por encima de los individuales. e. Cuando digamos, en síntesis: "Me siento orgulloso de mi pueblo. Igualmente, le agradezco mucho por haberme conferido el privilegio de haber nacido en su suelo; por lo cual, como señal de gratitud, le entrego todo lo mejor de mi vida; convirtiéndome en un mensajero de: Unidad, armonía, transparencia, laboriosidad, identidad, sentido de pertenencia; de todo lo positivo que contribuya a su engrandecimiento, como él lo merece". Por supuesto, reitero, algo que tenemos que arrojar a un guaico es el ritual de propiciar un reprochable divorcio entre la praxis y la teoría. Es decir, es un imperativo categórico que dejemos atrás tanta retórica o mera teoría, cambiándola por acciones efectivas. Si esto se hace así, entonces seremos unas personas coherentes, pragmáticas: Predicando y aplicando, diciendo y haciendo. Siempre será mejor que primero hagamos lo positivo, y que luego si queremos saquemos pecho y digamos que hicimos algo o mucho bueno. Del mismo modo, es preciso que no permitamos que nos siga acechando el gatopardismo; aquella concepción reprochable de cambiar para que todo siga igual, o peor.
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