El proceso de transitar a través de las carreteras del Departamento del Chocó, aquellas intermunicipales pero mucho más las interdepartamentales, es un completo acto de fe. ¡Cómo no!, es que por ellas se percibe a cada tortuoso paso el frío de la muerte. Bueno, corrijo diciendo que realmente no son carreteras; sino, meras trochas con unos tramos hoy algo buenos que no son más que la excepción frente a lo que secularmente ha sido la regla; donde se refleja la indiferencia del Estado racista (en cabeza del Gobierno Nacional) de Colombia, el mismo que año tras año promete garantizarnos carreteras para personas, pero no cumple (¡mueran, bestias!); y, como de ritual, nos atiende con migajas entregadas con su infalible cuentagotas.
Pocos no han sido los accidentes históricos sucedidos en esos caminos de herradura, en especial en los que al Chocó lo comunican con los territorios antioqueño y risaraldense; dejando los mismos notorios saldos de muertos, heridos y cuantiosas pérdidas materiales; y no cabe duda que ha sido por la bendición de Dios que aquellos siniestros no se presentan todos los días con sus noches; porque, reitero, son enormes y permanentes los riesgos de viajar por esos remedos de carreteras que todavía nos acompañan hoy en pleno siglo 21. Cuando alguien tiene previsto viajar por esas vías, se la pasa en la víspera en estado insomne, rogándole a Dios que lo lleve y lo regrese con bien; dinámica que persiste desde cuando se aborda un bus, u otro vehículo automotor, hasta el momento de arribar al destino. No es para menos, lastimosamente; ¿y será que, acaso, tendremos que convivir con dicha pesadilla hasta cuando la palma de chontaduro produzca borojó?... El Gobierno colombiano no para de pregonar: "¡Mueran más y más negros!, entonces cuando eso pase de pronto nos pellizcamos y continuaremos atendiendo esas carreteras (entiendan que trochas) con paños de agua tibia, como debe ser todo para 'nuestros queridos negritos' que llevamos en el alma de la insensibilidad. No nos culpen por sus desgracias, pues nadie los mandó que fueran negros".
Pero bueno, en honor a la ecuanimidad hay que decir que uno sabe que ha habido recursos para mejorar las trochas en mención; sin embargo, años y años han pasado en ese proceso y no se ven las obras esperadas por los chocoanos desde hace casi una centuria; resultando, entonces, pertinente preguntar qué ha pasado; ante lo cual no creo pecar por manifestar como respuesta que no cabe duda que muchos de aquellos dineros se los han embolsillado quienes de una u otra manera han participado en los proyectos de marras; y los uñilargos han sido personas de todo lado, antioqueños, risaraldenses, bogotanos, chocoanos mismos y más. ¡Barajo, una partida de pícaros es que son nomás! Convencido estoy de que aunque me puedan faltar 50 años para cerrar los ojos por siempre (estoy cerca de los 53, aspirando a llegar a más de un siglo de vida para seguir dando lata), feneceré pues sin saber que nuestras trochas por fín dejaron de serlo. Es cierto que no es fácil todo lo que hay por hacer, y que eso requiere inversiones grandes; pero, por un lado ha faltado voluntad política del Estado, que apenas se pellizca cuando nuestro pueblo chocoano se lanza a la calle con acciones contestatarias; y por el otro, lo ya comentado en cuanto a que mucho de lo que ha dado el Gobierno con cuentagotas se lo han cargado los rateros del erario.
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