En una charla hoy 16 de abril de 2016, sobre Clara López, motivada por su reciente designación como ministra del Trabajo en el Gobierno de Santos, me dijo mi compadre Rompolón: "...Pero, es que Clara López es de la oligarquía colombiana". Entonces, le respondí: Cierto es. Ella nació, digamos, en cuna de oro, en la high life, llevando en su sangre huellas de expresidentes de Colombia: Alfonso López Pumarejo y su hijo Alfonso López Michelsen; e igual de Jorge Holguín Mallarino, como quiera que su progenitor, Álvaro López Holguín, era nieto materno de aquél. No obstante, no es culpa suya que así haya sido. Nadie escoge con cuáles condiciones de vida llegar al Mundo. Pero, culpa suya sí es (habiendo entonces sobradas razones para reprocharla) que pese a dicha condición de prosperidad no haya dejado de luchar por la defensa del pueblo, de quienes como ella no nacieron teniéndolo casi todo, como lo señala su historia... ¿O es, acaso, embuste que Clara López ha sido una aguerrida luchadora popular; desprendiéndose, pues, de su estirpe elitista para entregarse, como lo ha hecho sin cesar, en cuerpo y alma en torno de aquella causa?... Eso, sépase, no lo hace todo el mundo así porque así; ¿o cuáles muchos han sido y son los privilegiados que se ponen las botas y el overol,no vacilando en meterse al barro para untarse de pueblo?... Hermano, ¿sabes qué?, dejemos por ahora así; porque no es mi intención actuar como abogado de oficio de Clara López, sobre todo porque su trayectoria política, sus obras, y en consecuencia sus méritos, la defienden sin necesidad de hacerlo yo u otra persona".
Mi interlocutor, no sé por qué, enmudeció luego de mis palabras, habiéndose despedido de mí con un lapidario "nos vemos". Entonces, acompañado de la soledad, sentado en una banca de un parque donde suelo concurrir a escribir, pensé en cómo hay personas que cuando optan por darle madera a alguien recuerdan con gran facilidad sus lunares, sean ciertos o supuestos; pero, en cambio, sus cualidades u obras a favor de otros las zampan en el cuarto de San Alejo. No sé, pero esto hasta se me hace que suena a ser ingrato por los servicios que a la sociedad le haya prestado la persona que resulte fustigada; y es perverso hacer eso cuando realmente no hay razones válidas para proceder de tal manera; sino, probablemente meras ganas de joder por joder, o por envidia, o por no sé qué más pueda ser.
Mi interlocutor, no sé por qué, enmudeció luego de mis palabras, habiéndose despedido de mí con un lapidario "nos vemos". Entonces, acompañado de la soledad, sentado en una banca de un parque donde suelo concurrir a escribir, pensé en cómo hay personas que cuando optan por darle madera a alguien recuerdan con gran facilidad sus lunares, sean ciertos o supuestos; pero, en cambio, sus cualidades u obras a favor de otros las zampan en el cuarto de San Alejo. No sé, pero esto hasta se me hace que suena a ser ingrato por los servicios que a la sociedad le haya prestado la persona que resulte fustigada; y es perverso hacer eso cuando realmente no hay razones válidas para proceder de tal manera; sino, probablemente meras ganas de joder por joder, o por envidia, o por no sé qué más pueda ser.
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