Sepan Colombia y el Mundo entero que no puedo conciliar el sueño hace ya seis años, por culpa de permanecer pendiente del acecho de unos operadores de Justicia escandalosamente corruptos; especialmente atrincherados en órganos de control del Departamento del Chocó... Es el caso de la Contraloría General de la República (Delegación Chocó), que a través de la Oficina de Juicios Fiscales (con la complicidad de sus superiores en Bogotá) me ha condenado sin la existencia de pruebas en mi contra. Todo no ha sido más que un montaje burdo, como repugnante al mismo tiempo. Lo anterior se ha desarrollado con la anuencia de otros órganos de control, como la Procuraduría y otros judiciales; donde hay unas sanguijuelas que cometen todo tipo de conductas criminales penalizadas por la ley, pero que en mi caso tal situación no se advierte por culpa de las conchabanzas en mi contra: Prevaricato por acción y omisión, fraude procesal, fraude a resolución judicial, abuso de función pública, falsedad en documento público, ocultamiento de elementos materiales probatorios, encubrimiento, abuso de autoridad, extralimitación en funciones, entre otros delitos que según la ley son conexos.
Por aquello, no siendo más que una carnicería en mi contra, los he denunciado en cinco oportunidades en la Fiscalía; no obstante, la Justicia de Colombia ha procedido de tal manera que deja la percepción de que se confabula con quienes se han desvelado por cuenta de su empecinamiento en hacerme daño con saña, como si fuera este pecho lo peor del Mundo. Cuando, sabido es, los delincuentes andan por otros lares. Pese a eso continúo en la batalla judicial. Desde luego, también sigo aferrado a la Justicia del Cielo, pues Dios sabe a cabalidad que ando siempre con la verdad y con la razón. Los mentirosos son otros.
Por aquello, no siendo más que una carnicería en mi contra, los he denunciado en cinco oportunidades en la Fiscalía; no obstante, la Justicia de Colombia ha procedido de tal manera que deja la percepción de que se confabula con quienes se han desvelado por cuenta de su empecinamiento en hacerme daño con saña, como si fuera este pecho lo peor del Mundo. Cuando, sabido es, los delincuentes andan por otros lares. Pese a eso continúo en la batalla judicial. Desde luego, también sigo aferrado a la Justicia del Cielo, pues Dios sabe a cabalidad que ando siempre con la verdad y con la razón. Los mentirosos son otros.
Mientras soy víctima de semejantes truculencias propias de personas que practican el canibalismo, mi familia sufre y fracasa, sobre todo mis hijos estudiantes del campo superior; ante lo cual todos resultamos afectados en lo emocional, además de las repercusiones económicas que se han derivado de todo este cruel drama desencadenado por unos funcionarios que se encuentran en el lugar equivocado, como quiera que no cumplen con transparencia la misión como servidores públicos, sino como facinerosos. Ellos mismos, reseñados también como sicarios fiscales, no sólo han intentado en dos oportunidades despojarme de mi bien inmueble familiar, conseguido gracias a mi trabajo pulcro y denodado durante veintisiete años; sino que, además del sueño, me han arrebatado la tranquilidad, mi honra, mi buen nombre, todo.
Han destrozado mi familia, que de modo inevitable sufre las secuelas de la barbarie institucional desplegada hacia mí. Igualmente, para evitar que yo tenga cómo conseguir el sustento para mi familia y el mío propio, me decretan una inhabilidad de cinco años para el ejercicio de funciones públicas. Reitero, todos estos atropellos han sido orquestados y determinados por aquellos monstruos desalmados sin la existencia de evidencias fehacientes en mi contra. Todo porque no he accedido a sus pretensiones de tributarles a las arcas de sus bolsillos; algo que no tengo por qué hacer, especialmente por las siguientes razones:
a. No dispongo de recursos económicos para andar repartiendo a diestra y siniestra. Mi situación económica hoy en día es precaria, debido a que por estar defendiéndome de los comegente me ha tocado saltar matones, al igual que para asegurar en algo el sustento de mi familia y el mío propio. Esto me ha implicado contraer múltiples deudas, con el agravante de que no tengo hoy día una fuente de ingreso que me permita cubrirlas oportunamente.
b. Desde bien temprana edad he sido una persona que no comulga con la inmoralidad; por tanto, no soy un malhechor como para tener que andar ofreciendo coimas. Si nada temo es, precisamente, porque nada debo. Mi conciencia permanece tranquila en todo instante porque, repito, no he quebrantado las leyes; sucediendo lo contrario con mi alma, que se halla sumergida en el mar de las angustias (lo confieso) por culpa de los hostigamientos y atropellos fiscales y judiciales contra mí, como también por todo lo que a mi familia le ha tocado padecer por tal situación.
Téngase en cuenta que mis victimarios han sido principalmente unos terroristas fiscales que se la pasan desaforados buscando plata mal habida, como lo hacen siempre con cualquier persona que no se defiende, quebrantando flagrantemente el derecho al debido proceso, entre otras conductas que infringen las leyes. Pero, abracen la certeza de que conmigo encontraron la tapa de la botella; algo que manifiesto en el sentido de que no me quedo ni me quedaré callado ni de brazos cruzados ante semejantes tropelías perpetradas por dichos vándalos, los mismos que si hubiera una Justicia ecuánime deberían estar en la guandoca por criminales. El criminal no soy yo. Me imagino cómo y cuánto les taladra la conciencia y el alma a quienes se han dedicado a perseguirme con sevicia de miles modos; pues, ellos tendrán que saber que lo hacen injustamente, seguramente hambrientos de dádivas, preñados de mediocridad, atiborrados de sentimientos de retaliación porque no les gusta que alguien tenga el coraje de ponerlos en la picota pública por cuenta de sus conductas inmorales.
Repito que proseguiré luchando incansablemente, hasta cuando brillen en el horizonte la verdad, la razón y la justicia; precisando que no pretendo generar sentimientos de lástima, sino comprensión y solidaridad frente a los monstruosos atropellos que los órganos de control del Chocó (Contraloría, Procuraduría y Rama Judicial) han cometido contra mí. Si no se han de cumplir las leyes, entonces que se rompan los códigos.
Cordialmente, la víctima de la carnicería:
José Emir Hinestroza Cossio
C. C. No. 11 786 708 de Quibdó (Chocó, Colombia).
Han destrozado mi familia, que de modo inevitable sufre las secuelas de la barbarie institucional desplegada hacia mí. Igualmente, para evitar que yo tenga cómo conseguir el sustento para mi familia y el mío propio, me decretan una inhabilidad de cinco años para el ejercicio de funciones públicas. Reitero, todos estos atropellos han sido orquestados y determinados por aquellos monstruos desalmados sin la existencia de evidencias fehacientes en mi contra. Todo porque no he accedido a sus pretensiones de tributarles a las arcas de sus bolsillos; algo que no tengo por qué hacer, especialmente por las siguientes razones:
a. No dispongo de recursos económicos para andar repartiendo a diestra y siniestra. Mi situación económica hoy en día es precaria, debido a que por estar defendiéndome de los comegente me ha tocado saltar matones, al igual que para asegurar en algo el sustento de mi familia y el mío propio. Esto me ha implicado contraer múltiples deudas, con el agravante de que no tengo hoy día una fuente de ingreso que me permita cubrirlas oportunamente.
b. Desde bien temprana edad he sido una persona que no comulga con la inmoralidad; por tanto, no soy un malhechor como para tener que andar ofreciendo coimas. Si nada temo es, precisamente, porque nada debo. Mi conciencia permanece tranquila en todo instante porque, repito, no he quebrantado las leyes; sucediendo lo contrario con mi alma, que se halla sumergida en el mar de las angustias (lo confieso) por culpa de los hostigamientos y atropellos fiscales y judiciales contra mí, como también por todo lo que a mi familia le ha tocado padecer por tal situación.
Téngase en cuenta que mis victimarios han sido principalmente unos terroristas fiscales que se la pasan desaforados buscando plata mal habida, como lo hacen siempre con cualquier persona que no se defiende, quebrantando flagrantemente el derecho al debido proceso, entre otras conductas que infringen las leyes. Pero, abracen la certeza de que conmigo encontraron la tapa de la botella; algo que manifiesto en el sentido de que no me quedo ni me quedaré callado ni de brazos cruzados ante semejantes tropelías perpetradas por dichos vándalos, los mismos que si hubiera una Justicia ecuánime deberían estar en la guandoca por criminales. El criminal no soy yo. Me imagino cómo y cuánto les taladra la conciencia y el alma a quienes se han dedicado a perseguirme con sevicia de miles modos; pues, ellos tendrán que saber que lo hacen injustamente, seguramente hambrientos de dádivas, preñados de mediocridad, atiborrados de sentimientos de retaliación porque no les gusta que alguien tenga el coraje de ponerlos en la picota pública por cuenta de sus conductas inmorales.
Repito que proseguiré luchando incansablemente, hasta cuando brillen en el horizonte la verdad, la razón y la justicia; precisando que no pretendo generar sentimientos de lástima, sino comprensión y solidaridad frente a los monstruosos atropellos que los órganos de control del Chocó (Contraloría, Procuraduría y Rama Judicial) han cometido contra mí. Si no se han de cumplir las leyes, entonces que se rompan los códigos.
Cordialmente, la víctima de la carnicería:
José Emir Hinestroza Cossio
C. C. No. 11 786 708 de Quibdó (Chocó, Colombia).
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