Ubicar a Maroto en el epicentro de la xenofobia es concederle un triste e inmerecido protagonismo. Su fijación –incuestionable y algo obsesiva- forma parte de esa especie de epidemia ideológica que, como las pestes medievales, está asolando a buena parte de Europa. Distorsión colectiva que los trágicos sucesos de París y la burda manipulación que se ha hecho de ellos han agudizado peligrosamente.......
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